Historia del fantasma de la destrucción que persigue a Cerro de San Pedro, SLP

El fantasma de la destrucción persigue a Cerro de San Pedro

New Gold Minera San Xavier SA de CV, al haber concluido el tiempo de extracción del tajo a cielo abierto que tenía autorizado, se encuentra, aparentemente, desalojando la zona, tratando de cumplir con las remediaciones a las que está obligada antes de retirarse, aunque la gente y la propia empresa saben que lo hecho es irremediable, pues lo único que sostiene de pie al pueblo es su historia: una narración que data del año 1592 sobre el descubrimiento de un cerro del que escurrían arroyos d mineral, una historia que pende de un hilo porque ese cerro no existe más.

La población de Cerro de San Pedro, cabera del municipio de Cerro de San Pedro en la zona centro del estado de San Luis Potosí, se cuenta con los dedos. Los datos más actuales de INEGI que corresponden al Panorama Sociodemográfico (2015) indican que en el municipio habitan 4 mil 500 personas.

Pero son ochenta, más o menos las que duermen aquí, entre todas se conocen y se les puede encontrar por las mañanas, cuando acostumbran verse por las calles o las plazas para comentar las cosas que ya no pasan en este pueblo fantasma, de donde todos se fueron, la mayoría a veinte kilómetros de aquí, a la capital. Si se les pregunta cuántas personas viven en Cerro, pareciera que saben de memoria cuántas van quedando y responden sin vacilar que son ochenta.

La trama de New Gold en Cerro de San Pedro, que incluye una de las oposiciones más férreas de la historia reciente contra un proyecto minero en México, empieza con otro nombre, Metallica Resources, e incluye una batalla legal y mediática que tiene como resultado una sociedad fragmentada. El día D del conflicto fue en el mes de septiembre del año 1996.

Eran las fiestas de San Nicolás Tolentino y el sacerdote del pueblo convocó a los habitantes a una misa especial en la iglesia del mismo nombre. Al término habría una reunión especial y todos sabían de qué se trataba: una empresa canadiense llevaba un par de años —a partir de la firma del TLCAN— explorando el cerro del Barreno, como se le conocía a lo que ahora es un hoyo detrás del pueblo.

Al frente en el atrio, apareció entonces junto al padre, un ingeniero procedente de Chihuahua, a quien Mario Martínez Ramos (Cerro de San Pedro, SLP, febrero de 1947) recuerda como alguien de estatura regular, no delgado sino más bien grueso, moreno, que llevaba varios años trabajando en la zona para compañías mineras mexicanas, que antes de New Gold habían buscado explotar San Pedro. Mario recuerda que el ingeniero dijo que el pueblo iba a renacer como el Ave Fénix, que habría mucho empleo, y que, además, las ganancias se repartirían equitativamente: «pero nada más hay un pequeño problema: tenemos que evacuar el pueblo porque el proyecto abarca todo, el pueblo va desaparecer».

Esa fue la primera vez que la empresa canadiense planteó a los sampedrinos la reubicación. Mario Martínez, de profesión ingeniero geólogo, recuerda que la frase que el enviado de la Metallica Resources usó para describir la reubicación fue: «una reservación fuera de las explosiones».

Recuerda también que era muy parco para expresarse: «La empresa lo que quiere es ayudarlos; le acaba de dar un cheque de treinta mil pesos al presidente y otro al
cura». Y entre las promesas de prosperidad, según la narración de Mario Martínez, a alguien se le ocurrió preguntar: «¿Y las iglesias?». «No, no, las iglesias desaparecen; el pueblo desaparece», respondió el ingeniero. Y en ese momento el recinto se llenó de gritos: «¡A la chingada, no queremos ese proyecto!».

La primera voz fue unánime. Es posible imaginar la incredulidad de la gente, pues entre ellos los debates en torno a la propuesta de la canadiense rayaban en lo ilusorio. La imagen de un pueblo igual a este, pero en otro lugar, con la misma estructura y la misma iglesia de San Pedro Apóstol era simplemente imposible.

En ese entonces, Mario había regresado al pueblo de San Pedro, donde había vivido hasta los 11 años, cuando su padre tuvo que migrar para poder seguir trabajando, tras el cierre de la American Smelting And Refining Company (ASARCO) (1947-1949). Mario, al igual que otros hijos de mineros, había vuelto para recuperar la casa que había pertenecido a su familia, para habitarla de nuevo. Incluso hubo por aquellos días planes locales de inversión para construir hoteles y comenzar a explotar un negocio que desde entonces se miraba viable para el Cerro: el turismo.

Para ello, empezó a formar el Patronato Pro Defensa del Patrimonio de Cerro de San Pedro. Pero esa misa fue el acabose, las cosas empezaron a suceder más rápido y, de pronto, Mario se vio envuelto en la dirigencia del Frente Amplio Opositor a Minera San Xavier (FAO).

Desde las oficinas actuales del movimiento, ubicadas en el barrio de San Sebastián, en la capital, recuerda que desde entonces la gente en Cerro se ha vuelto más atea; de hecho, el último párroco fue corrido, acusado de hacer negocio subiendo turistas a recorrer el techo de la iglesia, de usarla como hostal y de saquearla.

Lo que ha ocurrido desde 1996 a la fecha es una historia de disputa, batalla y discordia por el territorio, con evidenciadas estrategias que han hecho suponer la intervención de Metallica Resources y New Gold Minera San Xavier (NG-MSX) para promover la división entre la gente, que incluyó la presunta organización de grupos de choque, confrontaciones y atentados que terminaron con muertes.

Aunado a lo anterior se encuentra el apoyo desde las instituciones de parte de presidentes municipales y gobernadores del estado, como Horacio Sánchez Unzueta (1993-1997), quien terminó teniendo una oficina como representante legal en minera Grupo México, antes ASARCO; pasando por Marcelo de los Santos Fraga (2003-2009), vinculado en su momento al despacho Candia Zúñiga, quien defendió ante tribunales los intereses de Metallica Resources, principal propietaria, que desapareció del mapa cuando se retiró de la Bolsa de Valores de Toronto en el 2008.

Aunque desde 1999, Metallica Resources planeaba la inversión junto a otros corporativos canadienses, fue hasta el 2007 cuando New Gold Minera San Xavier comenzó la construcción de su planta a cielo abierto en San Pedro, mientras el brazo opositor combatía por varios flancos jurídicos lo que concebían como una invasión a la propiedad ejidal.

Junto a un grupo de profesionales activistas recurrió a la justicia agraria, al derecho ambiental, cultural y administrativo, con un movimiento al que además se sumaron colectivos, organizaciones sociales, estudiantes y artistas que intervinieron contra la destrucción del Cerro de San Pedro, un movimiento que hoy todavía espera resoluciones, una de ellas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

El argumento mediático de la oposición a MSX ha sido la contaminación que resulta del proceso a cielo abierto y la utilización de cianuro para la lixiviación y obtención del oro y la plata. Pero la historia también es una historia de «fuertes contradicciones institucionales», como lo describe la doctora María Cecilia Costero Garbarino en un estudio de caso desde el punto de vista internacional, publicado por el Colegio de San Luis en el 2008.

Mientras tribunales y autoridades emitían resoluciones que hacían suponer a los activistas del FAO que tenían a la justicia mexicana de su lado, la empresa canadiense avanzaba en sus planes, con métodos cuestionables o violentos, como la ocupación ilegal de los predios.

Las contradicciones se pueden explicar a partir de las reformas liberales que permitieron la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y para ejemplificar se puede recordar la firma el 24 de septiembre de 1993 de un plan de ordenamiento ecológico que se publica en el Diario Oficial del Estado, que declara al Cerro de San Pedro como área protegida de uso forestal, estableciendo la preservación con miras al desarrollo de la ciudad, que quedó invalidado al paso de los años y con la obtención por parte de NG-MSX de un cambio de uso de suelo para la extracción minera, firmado por la SEMARNAT, además de muchos otros permisos: el de uso de explosivos por parte de la SEDENA y el de construcción porparte del Ayuntamiento de Cerro de San Pedro, por ejemplificar algunos.

En 1998, el entonces gobernador, Fernando Silva Nieto, solicitó una opinión técnica a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí sobre los aspectos ambientales que planteaba el proyecto de Minera San Xavier.

La Máxima Casa de Estudios señaló la carencia de un plan completo de remediación por parte de la empresa que no contemplaba en ese entonces la detoxificación de la zona, la restauración biótica, es decir, la reforestación y conservación de flora y fauna, el mantenimiento del sitio una vez terminada la operación y el seguimiento y control de la mina abandonada. Pero desde su prefacio la Universidad se deslindó de emitir pronunciamiento a favor o en contra del proyecto de tajo a cielo abierto.

Ana María Alvarado (San Luis Potosí, SLP, 27 de julio de 1964) no estuvo en la reunión convocada por el padre en la iglesia de San Nicolás Tolentino en septiembre de 1996, pero sí recuerda haberse enterado pronto de lo que un ingeniero había venido a plantear.

También recuerda que al principio todos estuvieron en contra. La memoria local indica que después, conforme fueron pasando los meses y las semanas, la empresa «le fue llegando al precio» a algunos, hasta que al final, el pueblo, dentro del ejido de San Pedro, quedó en renta a NG-MSX a punta de servidumbres de paso.

Ana María tiene una tienda cerca de la iglesia de San Nicolás donde vende abarrotes, refrescos, café, y tiene pegadas fotografías antiguas del pueblo. Formó y forma parte del FAO. Llegó en el año de 1986, después de haber estudiado Agronomía y encontrar en la apicultura su vocación en Cerro de San Pedro, un lugar idóneo para esa actividad, pues su abuelo, quien fuera minero, ya la ejercitaba en la vieja casa que ella regresó para recuperar.

A Ana María le faltan casi todos los dientes de enfrente. A pesar de su negativa al proyecto de Minera San Xavier, hoy es dueña de un restaurante ubicado en la plaza principal, enfrente de la iglesia de San Pedro, donde, confía, les está yendo muy bien.

Cuando la gente de Cerro de San Pedro es interrogada sobre las consecuencias ambientales de la minería a cielo abierto, la realidad es que, a sus ojos, parece no existir una evidencia tangible u objetiva que les revele algún daño, salvo el tajo de 63 hectáreas de superficie y un kilómetro de profundidad que cruje y se derrumba de sus orillas y partes residuales, a las espaldas del pueblo.

De las ochenta personas que viven aquí, que nacieron aquí o piensan morir aquí, a favor o en contra de Minera San Xavier, no hay una sola cuya actitud no sea la de una roca, o una biznaga. «Estar aquí es una forma de resistir», sentencia Ana María.

Mañana y tarde, en los patios de lixiviación, unas regaderas rocían con cianuro el montículo que han llamado Cerro El Porvenir, de donde New Gold Minera San Xavier obtiene las últimas onzas de doré, que tiene derecho todavía a extraer de San Pedro.

El Porvenir sirve hoy de bienvenida, junto con sus tubos, sus cámaras, su cerca y sus anuncios de «Propiedad Privada», a los turistas extranjeros que vienen a conocer al pueblo fantasma, y a los nacionales que vienen a tomar cerveza entre las ruinas.

En el documento entregado en 1998 por la UASLP, que pretendía ser una herramienta para el conocimiento de la sociedad y las decisiones del gobierno del estado, esta señala que debajo de donde se proyectaba la construcción de esos patios de lixiviación no existían corrientes subterráneas de agua.

Doce años después, en el Manifiesto de Impacto Ambiental que en 2010 presentó Minera San Xavier SA de CV, aprobado por la SEMARNAT, se modificó la información y se estableció que sí existe una corriente subterránea a 150 metros de profundidad.

Mario Martínez insiste en lo que también han señalado otros expertos: que la contaminación derivada de Minera San Xavier es potencialmente más dañina para la capital, la ciudad de San Luis Potosí, a veinte kilómetros del tajo, cuyo crecimiento industrial de las dos décadas recientes, favorecido por la incursión de la inversión extranjera directa (IED), encuentra su hito en la explotación a cielo abierto de San Pedro.

No se sabe exactamente cuándo es que NG-MSX se irá de San Pedro, pero lleva varios años anunciando su cierre. En el Manifiesto de Impacto Ambiental del 2010, se establece un periodo de operación de minado y beneficio por siete años a partir de ese, más otros cuatro años adicionales para realizar las labores del cierre del sitio.

Es decir, tal documento señala como fecha para el fin de la actividad, el 2020. Vero, una mujer de unos 35 años que cruza la plaza principal hacia el taller de joyería La Victoria, piensa que así será, pues «todavía le faltan muchas cosas por hacer» a la empresa. Se refiere a que San Pedro no parece convertido todavía en el lugar que prometieron y, al contrario, se respira el azufre de la devastación.

La Victoria es un taller de platería donde tres personas, de las diez que la empresa capacitó en un principio, hacen y comercializan dijes, cadenas, aretes y pulseras, elaborados con material que surte Minera San Xavier, pero que ya no es el que se extrae de aquí.

La tarde de un miércoles ordinario de septiembre del 2018 en Cerro es por momentos tranquila, por otros misteriosa, casi un escenario tenebroso, el set perfecto de un estado de sitio. A mediodía, suenan apuradas las máquinas de trascabo y una docena de hombres construye lo que se proyecta como un andador peatonal sobre un paso de arroyo, obra para la que se han destinado tres millones de pesos del Fondo Minero.

Entre los hombres trabajando hay uno que tiene una camisa con el logo de New Gold, que está golpeando el cubrimiento de cemento de una barda, donde al parecer planean colocar con letras de colores el nombre de Cerro de San Pedro. La obra se está ejecutando con urgencia.

En el 2010, la empresa declaró su capacidad de operar hasta 60 mil toneladas de mineral por día, equivalentes a doce mil toneladas por año, para una producción promedio de 95 mil kilogramos de doré al año; con esas dimensiones, en su reporte de agosto de ese mismo 2010, New Gold presumía la producción de 753 mil onzas de plata en seis meses al término de junio en San Pedro.

Para el 2015, esos números se convirtieron en 105.5 mil onzas en todo el año. En su reporte, titulado New Gold announces 2015 financial results with record gold production leading to strong cash flow, la empresa reporta que ha extraído de San Pedro 357.5 mil onzas de plata en tres meses hasta diciembre de ese año, y 1 mil 465.3 onzas en doce meses.

Para el 2016, el estado de San Pedro en los reportes de New Gold pasó al de una mina en proceso de transición a la lixiviación residual; es decir, que la empresa ha terminado de explotar el Cerro y se disponía a capturar lo que quedara de mineral entre la piedra caliza que derrumbó junto a la historia.

Este proceso ocasionó la caída de la producción global de New Gold. En el reporte de febrero del 2018, afirmó tener una producción de 34 mil onzas de oro al final del 2017 en San Pedro y concluyó con una balanza OPEX (Operating Expenses) en la que calcula que sus gastos de operación para la extracción de oro durante el 2017 en todos sus complejos mineros fueron 200 millones de dólares, que equivalen más o menos a 3 mil 749 millones de pesos.

A esa suma agregó un ajuste de 0.5 millones de dólares, que equivaldrían a unos 9 millones 300 mil pesos, que, según apunta la empresa, se tratan de un ajuste dirigido a una amortización en la mina El Mesquite, en Arizona, y a los costos de cierre social (social closure costs) a los que incurre la empresa en su etapa de lixiviación residual, frente a su cierre en San Pedro.

La sensación de los habitantes es que la reparación y remediación, además de las rentas que la empresa ha pagado a los ejidatarios por el ruido de las explosiones y la ocupación del suelo, no son equivalentes al daño ocasionado.

Los negocios están floreciendo en Cerro de San Pedro, apoyados muchos de ellos por la Fundación Todos por San Pedro que creó New Gold para ese fin; subiendo, derecho por la plaza, por el Camino de la Abundancia, Alan, nieto de un antiguo gambusino de la mina, de los muchos que en la segunda mitad del siglo XX explotaron el oro por su cuenta, está aprovechando la ubicación de una propiedad de su familia, que se encuentra en la parte más alta del pueblo, al borde del precipicio, donde cobra por un recorrido del que los turistas salen conmovidos, impresionados, interrogantes, ante la dimensión de la destrucción. Desde arriba, un tanque con capacidad de mil litros que está al fondo del tajo, es un punto invisible. Las paredes crujen.

Alan también aprovecha la otra vista, una terraza desde donde se ve todo el pueblo y que cada domingo caluroso se llena con gente que viene de la capital buscando algo de comer y algo de beber. En su negocio está incursionando fuerte con la cerveza artesanal y varias marcas locales se promocionan ahí, pero Alan y su esposa, Clarissa, se enfrentan a una localidad con problemas de agua y electricidad, y sin capacidad para atender grandes cantidades de turistas.

El Ayuntamiento promueve el turismo local en celebraciones y fines de semana, pero con tan poca planeación que, en la celebración de las fiestas patrias del sábado 15 septiembre y domingo 16, una lluvia sorprendió a todos, arrastrando cincuenta vehículos que estaban estacionados en el paso del agua, a la entrada del pueblo, la mayoría propiedad de familias capitalinas que fueron a San Pedro a dar el grito.

El domingo 16, debido a la contingencia, la parte alta del pueblo se quedó sin luz eléctrica y el Ejército, que implementó el Plan D-NIII, prohibió a los comerciantes abrir sus negocios, pues los capitalinos, sin enterarse de lo que acababa, insistían en entrar al pueblo a pasar el rato.

Alan espera que el turismo pueda ser eso que levante a Cerro de San Pedro, pero la expectativa real es que aquí no sucederá nada más. Ana María está segura de que la extracción de Minera San Xavier dejará en peores condiciones a Cerro de San Pedro, pero tampoco es muy optimista en pensar que New Gold vaya a dejar la mina pronto.

Mario Martínez recuerda que las exploraciones iniciales, hace más de veinte años, ingresaron en diagonal por debajo del pueblo y descubrieron un banco de mineral sobre el que duermen las ochenta personas que resisten aquí. Es decir, que la destrucción del pueblo sigue latente.

Con información de Agencias Internacionales de Noticias NEWSWEEK.